«Pero, Carlota, ¿qué haces exactamente en los talleres con niños? ¿Les hablas de tus libros y ya está?». En los últimos meses, bastante gente me ha preguntado esto, así que he decidido aprovechar el taller que hice en la librería Diógenes para contároslo.
Imaginaos que tenéis que adivinar el nombre de la reina de Lapislázuli y podéis usar el cofre mágico. ¿Qué haríais? No, en serio, pensadlo y, si creéis que se os ha ocurrido algo particularmente ingenioso, podéis decírmelo a través de las redes sociales o por e-mail. Por ahora mi respuesta favorita es esta: pedirle al cofre mágico el DNI de la reina.
Otra pregunta: ¿Qué objeto mágico os inventaríais para desvelar un mensaje secreto? En el taller se nos ocurrieron muchas opciones, como el frascodificador que propuso Claudia, un frasco que revela lo que esté escrito en cualquier papel que metas dentro.
Lo que hacemos en los talleres es inventarnos historias e ir introduciendo en ellas objetos mágicos, como si todos fuésemos escritores. Partimos de un comienzo como este:
El rey de Cornalina tiene una caja que es incapaz de abrir: no tiene tapa y no puede romperla. Está claro que necesita un objeto mágico, así que pide ayuda a todos los que tengan uno.
Algunas de las historias tienen como protagonistas a Mira, Altrono o Denébola, pero no todas. También las hay que transcurren en el pasado o en el presente, en la Península de los Objetos Mágicos o en nuestro mundo. A partir de ahí vamos inventando objetos como…
…la bobina guía, que se le ocurrió a Andrea, es una bobina de hilo que te indica dónde está cualquier lugar. Lo único que tienes que hacer es sujetar un extremo del hilo, dejar que la bobina llegue al sitio en cuestión y luego seguir el hilo.
…el despistaloj, de Jorge, es un reloj que atrae la atención de todo el mundo para que puedas hacer lo que quieras sin que nadie se dé cuenta.
…el espejo revelamensajes refleja cualquier mensaje oculto. No importa que la hoja esté en blanco: en su reflejo podrás ver el mensaje escrito. Fue idea de Alexa.
…el candado abrelotodo de Lucía abre cualquier puerta o cerradura, y también sirve para cerrarlas y que nadie más las pueda abrir.
Cuando ya tenemos nuestros objetos mágicos y hemos logrado resolver el conflicto, sacamos un final al azar. Hay finales buenos, finales malos y finales extraños, como en los libros. Por ejemplo, el final para este taller podría ser:
Al final se lo habían pasado todos tan bien que decidieron que lo volverían a hacer al año siguiente.
Aunque sé que más de uno habría preferido este otro:
Y se comieron tantos donuts que se pusieron malos de la tripa… pero se les pasó pronto.
¡Muchas gracias a los libreros de Diógenes y a todos los niños que vinieron al taller!